La mala educación

27 septiembre 2010

He decidido poner como título «La mala educación» en lugar de «Educación de mierda» porque es más fino, aunque lo otro sería más exacto.

Como bien saben todos los padres, septiembre es un mes muy alegre y dicharachero porque los críos empiezan el colegio y eso supone un desembolso importante. Sin contar ropa, cuadernos, lapiceros, etc., varios cientos de lereles se van únicamente con los libros de texto. Libros de texto que no sólo no pertenecen al colegio y los alumnos reciben como préstamo (algo que ocurre en muchos países), sino que ni siquiera pueden pasar del hermano mayor al pequeño (como se hacía antes) porque las editoriales realizan pequeños cambios todos los años, obligándonos a comprarlos de nuevo.

Lo menos que podemos exigir es que dichos libros de texto tengan un mínimo de calidad, ya que se supone que son la base de la formación de los que nos van a pagar la pensión nuestros hijos. Lejos queda ya la época en que en un examen de matemáticas te bajaban la nota si tenías faltas de ortografía, lo que obligaba a los alumnos a tener algo de cuidado con lo que se escribía. Pero que los propios libros de texto estén plagados de errores creo que es demasiado.


Vale, supongo que en un libro para críos de tres años cosas como «sobretodo» en lugar de «sobre todo», que me separen el sujeto del predicado con una coma o que haya frases simplemente sin sentido, entre otras cosas, no va a influir directa y definitivamente en las mentes de los enanos, pero sí me dice mucho de las editoriales y del cuidado que ponen en sus productos.

Para un alumno el libro de texto es en cierta medida como los diccionarios: si hay algún error en ellos, ¿cómo lo sabrá?